por Marcelo Eduardo Solari
El frío marplatense, como es norma en esta época del año, se hacía sentir en aquel mes de agosto de 2010. F
altaban apenas un par de semanas para el debut del seleccionado argentino en el Mundial de Turquía. Y para ese entonces, a los 17 años, Patricio Garino ya había compartido, junto a Pablo Espinoza, parte de la preparación del equipo dirigido por Sergio Hernández. En realidad, había sido invitado como “sparring”, pero el mismo alero formado en Unión había reconocido que estrellas del calibre de Emanuel Ginóbili, Luis Scola, Pablo Prigioni, Fabricio Oberto, Carlos Delfino y compañía lo habían hecho sentir muy cómodo y parte del grupo. ¿Premonitorio tal vez? Lejos de pensar en ese Mundial, la menta de Garino estaba en otra cosa. En esa fecha rumbo a Orlando, para terminar la escuela secundaria en Montverde Academy.
Seis años después, a días de iniciarse los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, Garino ya forma parte del elenco estable del seleccionado argentino. Ahora como verdadero compañero de unos cuantos “monstruos” de aquella experiencia de 2010.
Con una graduación universitaria sobre sus espaldas, un camino deportivo que siempre fue a más pero que no se salteó ninguna etapa (aunque para algunos haya elegido el camino más largo) y con una evolución increíble en su juego.
En su exitoso derrotero en los Colonials de la GWU, en ese semillero que es la NCAA, Garino supo jugar en casi todos los puestos. Lo hizo de “2” y de “3”, los más naturales, pero también de “1” y de “4”. Esa capacidad de adaptación no sólo hizo que se posaran en él los ojos de Hernández o Julio Lamas para sumarlo al universo de “seleccionables”, sino que despertó el interés de varios equipos de la NBA.
No pudo ser a fines de junio, en el tradicional draft. Pero, parece una constante en su carrera deportiva y en su vida, otra vez por el camino más largo -y por qué no, tal vez el más seguro- volvió a construir sus oportunidades. Entrenó con Charlotte Hornets, Memphis Grizzlies, Sacramento Kings y Orlando Magic, equipo para el que jugó la Summer League (Liga de Verano), donde jugó en muy buen nivel. Su destino -casi como una película- parecía emparentado con la tierra de Disney, donde había comenzado su aventura estadounidense en 2010. Pero la rapidez de reflejos de Gregg Popovich y San Antonio Spurs les ganaron a todos. Su perfil de jugador parece hecho a la medida de la estirpe de la franquicia texana. Y sí. Era cuestión de tiempo, nada más. “Pato” ya forma parte del exclusivo Planeta NBA.